jueves, 24 de mayo de 2007

¿Filosofía performativa?

Filósofos, esoterismo y crisis

¿Qué actitud podemos asumir “los filósofos” frente a la actual crisis moral, política y espiritual que vive Colombia?; ¿cómo ocuparse de algunos de los problemas y preguntas que nos plantea dicha crisis y permanecer dentro de los ‘limites’ de la discusión filosófica?; ¿cómo ejercer la filosofía en un momento de crisis y de conflicto armado? Estas preguntas pueden resumir la sensación de muchos filósofos colombianos de “estar en el lugar equivocado”, o de, cómo diría el profesor Luís Eduardo Hoyos, “ser cuerpos extraños” en un mundo degradado y hostil. Por supuesto, esta sensación implica una actitud que en muchos casos conlleva a tomar distancia de la realidad, tanto porque la filosofía parece imponerlo, como porque el sistema de vida y de creencias imperante así lo establece. Así, el filósofo y la filosofía quedan relegados a espacios convencionales en los que los prejuicios y los escrúpulos los convierten en cuerpos pesados y densos, adoradores de teorías sobre el hombre pero alejados de toda la belleza y la horripilancia de los hombres; la filosofía y el filósofo se vuelven esotéricos. Esta imagen tristemente bella y romántica, contrasta con la actitud de muchos filósofos contemporáneos en todo el mundo que han vuelto su mirada sobre su tiempo y su espacio para a partir de allí sentar las bases de sus reflexiones y teorías filosóficas. No se trata en ningún caso, como muchos tienden a pensar, de la antropologización de la filosofía, o de un intento vano de probar teorías contrastándolas con ejemplos particulares. Se trata más bien de un ejercicio de alimentación y retroalimentación en el que la filosofía se nutre de la realidad y la interviene con el fin de poner en evidencia algunas de sus complejidades.
La pertinencia de tal mirada en Colombia salta a la vista cuando observamos, por un lado, la falta de una crítica del transfondo de las concepciones con respecto a las causas e implicaciones del conflicto, y por otro lado cuando vemos que las interpretaciones con base en las cuales se plantean alternativas de solución carecen de claridad y sistematicidad conceptual. Un ejemplo que quizás puede ilustrar lo anterior es la discusión a propósito de la ley de justicia y paz formulada por el gobierno nacional para activar el proceso de desmovilización de grupos paramilitares que operan en el país. ¿Qué presupuestos filosóficos se hayan a la base de una ley como la de justicia y paz?; ¿cómo se están concibiendo la justicia y la paz?; ¿cuáles son los aspectos que deben ser restaurados, restituidos, o reconstruidos en un proceso de paz como el actual para que garantice una ‘paz duradera’?; ¿en qué consiste la reconciliación en un momento de transición del conflicto a la paz, y en un momento de post-conflicto? Estas podrían ser algunas de las preguntas susceptibles de un análisis filosófico y conceptual.
De otro lado, pareciera que la frase de cajón de muchos científicos sociales “los filósofos no conocen la realidad y no aportan su conocimiento para analizarla” posee un sentido crítico que quizás debamos tener en cuenta. Si bien es cierto que nuestra formación está basada en una serie de problemas y preguntas generales que nos permiten abordar diversas dimensiones de la realidad con cierta independencia de ella, también parece serlo que hoy día esas preguntas y esos problemas merecen una contextualización, o como dirían por ahí, merecen poner los pies sobre la tierra. No quiero decir con esto que sea necesario que todos los filósofos se vuelquen a analizar el conflicto, o que sea necesario que todos adopten un tipo de exoterismo filosófico, sino que tal volcamiento por parte de quienes sentimos la necesidad y la responsabilidad de hacerlo puede ser un ejercicio filosófico legítimo que puede aportar elementos para construir una mirada filosófica sobre las implicaciones de la experimentación de la violencia en nuestra propia racionalidad.

En su artículo La responsabilidad colectiva ante la crisis moral y política colombiana[1], Rodolfo Arango afirma:

Hacemos parte de una sociedad amedrentada, paralizada, llena de terror frente a la posibilidad de sufrir el daño en carne propia, mientras aceptamos impávidos el curso de las acciones criminales con el baladí argumento de que nada sacaríamos con sacrificarnos inútilmente.

Quizás parte del alejamiento de la comunidad filosófica con respecto a los problemas que se derivan de nuestra actual crisis moral y política, sea la consecuencia de que, como bien lo señala Arango, también somos víctimas de la parálisis en la que nos deja el miedo cuando se mezcla con nuestra propia paranoia. Pero el temor de muchos filósofos para asumir una actividad académica más activa y sistemática frente al actual panorama de nuestro país no radica únicamente en lo que señala Arango. Muchos le temen a dejar de ser filósofos al ocuparse de tales asuntos, y a convertirse en malos, muy malos sociólogos, politólogos o políticos. Es posible pensar que ese sea un temor legitimo, pues es claro que lo que queremos es hacer filosofía, y más aún, buena filosofía. Pero ni uno ni otro temor parecen ser suficientemente fuertes como argumentos para no decir o hacer algo serio al respecto. Creo que es allí precisamente en dónde está el reto que nuestra generación de filósofos puede asumir; ¿cómo hacer filosofía tomando como insumo nuestra propia realidad, nuestro propio conflicto?; ¿qué puede aportar nuestra mirada al análisis y al planteamiento de alternativas de solución de nuestro conflicto? ¿Qué puede aportar el ejercicio de la filosofía en la comprensión y mitigación de los traumas culturales y morales que ha dejando la violencia en sus diversas manifestaciones? ¿Cómo más hacer filosofía?
La importancia de asumir una reflexión colectiva respecto de estas preguntas puede permitirnos construir metodologías de investigación, agendas de trabajo y propuestas de
intervención que constituyan una actividad filosófica seria y pertinente para el país. De allí la importancia de que el Departamento de Filosofía asuma una función académica que permita garantizar la sistematicidad y relevancia de los proyectos y las dinámicas que se proponen con miras a ese objetivo. El presente proyecto busca aprovechar y crear escenarios para la integración de la academia filosófica y sectores sociales, que como los habitantes de calle, se encuentran en un sector poblacional en el que permanentemente se vulnera su condición humana, sus derechos y deberes ciudadanos y su moralidad.
De modo particular, el objetivo de la inclusión social de los habitantes de la calle en Bogotá nos impone el reto de desarrollar estrategias que, desde diversos ámbitos del saber, permitan a esta población acceder a sus derechos y deberes ciudadanos y construir una mirada dignificante de su propia persona. La filosofía además de un saber, constituye una herramienta que le permite al hombre de la calle reflexionar sobre su mundo, sobre su comportamiento y sobre las posibilidades de cambio y transformación de su vida. Esto desde espacios que, como los diálogos filosóficos, apelan por el respeto de la diferencia y la solución dialogada de conflictos.
Pensar es un ejercicio transformador tanto del mundo individual como colectivo y los espacios de diálogo de pensamientos permiten al habitante de la calle reconocerse en los otros. En este sentido, los talleres permiten ofrecer elementos para pensar nuestro ser y estar en el mundo en relación con los otros, teniendo como referente fundamental el espacio habitado por “habitantes de la calle”.

[1] En: La filosofía y la crisis colombiana. Rubén Sierra y Afredo Gómez-Müller (Editores). Sociedad Colombiana de Filosofía. Taurus-Universidad Nacional de Colombia. Bogotá 2002.

jueves, 10 de mayo de 2007

Presentación

Proyecto
Filosofía y pensamiento cotidiano
Metodologías experimentales de la filosofía para la democracia
Agosto de 2006 – Mayo de 2007

Desde agosto de 2006 el colectivo TÁBANO ha venido desarrollando un proyecto experimental de Filosofía en un hogar de paso para habitantes de calle administrado por la Cruz Roja y el DABS (hoy Secretaría de la Integración Social). Durante este tiempo los talleres y actividades han atendido aproximadamente a 2.500 personas en condición de indigencia por motivos como la drogadicción, el desplazamiento forzado, y la violencia en sus diversas manifestaciones. La iniciativa ha sido un ensayo exitoso de aplicación de la filosofía en espacios no convencionales y de “terapia social” para poblaciones vulnerables.

Objetivo

El objetivo del proyecto piloto ha sido volver accesibles distintos tópicos filosóficos (éticos, políticos, epistemológicos, estéticos, etc) a los habitantes de calle de Bogotá. Esto, por medio de diálogos, ejercicios y experimentos mentales que desencadenen procesos de reflexión y análisis desde la propia cotidianidad de los participantes. Con esta dinámica pretendemos que el abordaje de problemas filosóficos generales, durante los talleres, se convierta en el principio de un proceso de reflexión personal de cada participante el cual se extienda a su cotidianidad en la calle.

Metodología: acciones filosóficas. ¿Filosofía performativa?

La herramienta principal de los talleres es el diálogo. Nuestra metodología no consiste en dictar clases de filosofía, o impartir conocimiento. Se trata más bien de un ejercicio de reflexión colectiva en el que los filósofos cumplen las veces de guías y motivadores del debate. El taller de dos horas comienza con las opiniones iniciales de los participantes y las toma como insumo para el desarrollo de los ejercicios de análisis de una pregunta determinada. La idea entonces es hacer un recorrido mental conjunto de los problemas que plantea la pregunta. En el camino, el papel de los filósofos, por un lado, y de los participantes, por el otro, se intercambia constantemente entre el que guía y el es llevado.
A raíz del nivel de vivacidad que adquirieron los diálogos durante algunos talleres surgió la idea de llevar a cabo acciones que se derivaban directamente de las discusiones. La intención era canalizar el contenido conceptual del debate, en una acción concreta. Durante las actividades abordamos temas diferentes, con la intención de aportar herramientas para un examen de la vida cotidiana, los dilemas éticos, los conflictos y las perspectivas posibles de superación de sus impactos. Y logramos abrir un espacio para el desarrollo y experimentación de herramientas metodológicas derivadas de procedimientos, tendencias y teorías filosóficas en ámbitos como la ética, la filosofía de la acción, la estética/semiótica, y la epistemología.
http://www.youtube.com/watch?v=ZjocAPLtC9g

¿Qué es el espacio?: recuperar la memoria sobre mapas colectivos.


Concientes de que la condición de habitante de calle tiene implicaciones importantes en la manera como una persona ocupa el espacio, y en especial el espacio de la ciudad, recurrimos a la construcción de mapas colectivos como una herramienta para descubrir las particularidades de su relación con el espacio. Tras discutir las implicaciones que tiene responder a la pregunta de qué es el espacio, si se lo hace desde el punto de vista de quien lo percibe, o como una realidad exterior universal. Y de recoger las formas en la que los participantes describían sitios particulares de la ciudad, identificamos un interés particular de la población en el hoy Parque Tercer Milenio.
La utilización de mapas tuvo un proceso de depuración tras varios ensayos, pero intentó conservar siempre dos componentes. Por un lado, un marco objetivo del espacio, sacado de mapas reales de la zona, y por otro el componente particular de las vivencias de los participantes en esos lugares determinados. El resultado final fue la creación de un croquis detallado del barrio Santa Inés, utilizando cinta pegante sobre el piso, que luego fue ocupado por los participantes con los relatos de sus vivencias. Por ejemplo, llevamos a cabo un ejercicio en el que cada persona recordaba a algún conocido que hubiera muerto en el lugar, hablaba de él y de cómo murió, y dejaba una cruz con su nombre donde sucedió.

Herramientas filosofico-performativas